Nicolás Ruggiero es ingeniero civil y trabaja en la empresa Edilicia, una constructora rosarina, donde lidera principalmente el área comercial. La empresa cuenta con una oficina técnica de arquitectos e ingenieros y además tiene su área de educación, como también tiene algunas sub-empresas como aberturas de aluminio, gerenciamiento y otras áreas. Se dedican a hacer edificios, locales comerciales, galpones, supermercados y hospitales entre otros.
Ingeniero Civil
Nicolás Ruggiero
“Creo que en un futuro la construcción va a ser la industria que más revolucione la aplicación de la tecnología y eso va a impactar favorablemente en la economía de los países. Es un lindo desafío para estar metido adentro.”
¿Qué camino educativo recorrió desde la secundaria hasta acá?
Soy perito mercantil, pero siempre estudié paralelamente otras cosas. Me gusta mucho la programación, soy fanático de la tecnología, así que en paralelo siempre fui haciendo cursos de computación e inglés. Después, ingeniería civil. Al principio tuve que elegir entre arquitectura e ingeniería y me gustó más la parte de las ciencias duras y del cálculo. Inicialmente me costó porque venía del área contable, aunque la informática me ayudó un poco.
Me recibí y a partir de ahí empecé a ver qué era lo que me gustaba de la ingeniería, hice cursos de costos, cursos de tecnología aplicada a la construcción y luego posgrados de dirección de negocios en el IAE.
Por eso tengo mi parte gerencial y por otro lado mi parte técnica-tecnológica, que hacen un combo explosivo.
¿Cómo es un día en su trabajo?
Son todos bastantes variados. Por lo general tengo una o dos reuniones al día que son más de potencialidad de proyecto, análisis o factibilidades, que de los proyectos del día a día. También, siempre hago una visita a obra para hacer un seguimiento de cómo están yendo las cosas, y en la oficina hago una coordinación general de todo lo que va pasando en las distintas áreas, pidiendo reportes. Entonces se hace una cuestión más gerencial y después se transforma en una forma más potencial.
Pero, como “hobby” siempre trato de hacerme un “hueco” en el día para sentarme con algún técnico de un proyecto a resolver problemas de costos, problemas de ingeniería pura, etc. Me siento con mi equipo y trato de ponerle un valor agregado, una visión un poquito más global que yo voy teniendo de todos los proyectos, de todos los clientes. A veces cuesta, porque estoy en la coordinación, pero trato siempre de hacerme un tiempo y no perder esa parte técnica que es probablemente la que más me gusta.
¿Cuál es su parte favorita en el trabajo?
En realidad, muchas veces depende de la obra. Por ejemplo, tenemos una obra en Neuquén y la obra en sí es muy interesante, técnicamente y más allá de lo que estamos haciendo, eso me apasiona.
Soy una persona que le apasiona todo lo que tiene que ver con la tecnología y me gusta aplicarla en los equipos. Pero si de golpe hay otra cosa tecnológica que pueda aprender, voy y me meto y me gusta ir a esa obra. Aprendo mucho de las visitas a las obras porque interactúas mucho con la gente y aprendes mucho DE la gente, y eso para mí es sumamente importante.
¿Por qué eligió trabajar en la construcción?
Elegí trabajar en la construcción porque creo que es la mejor manera de llevar a la realidad toda la otra parte de la carrera que está en el diseño, en la planificación. Y sentí como que, de alguna manera, si yo no estaba en la cocina después me iba a ser muy difícil planificar, diseñar y entender la realidad de una parte muy abstracta.
Aparte porque la empresa fue un legado familiar, mi abuelo fue capataz. Estuvo en mi sangre desde chiquito, mis vacaciones las pasaba yendo a ayudar a la obra, así que lo de la obra era algo que tarde o temprano iba a llegar a mi vida.
¿Cuáles son sus planes de futuro en tu carrera?
Mis planes de futuro, básicamente, tienen mucho que ver con la empresa, que es hacer lo que hacemos todos los días, tratar de innovar y de estar en la vanguardia de todas las tecnologías que pueden llegar a estar aplicadas a la construcción para ayudar a la industria, “industrializarla” de alguna manera. A mí me gusta tratar de, sin perder el diseño, generar un proceso industrializado y no artesanal, ése es un poco como mi desafío del día a día. En la construcción es difícil, pero creo que a veces tiene más que ver con una idiosincrasia que creamos o con un “uso y costumbre” que tenemos, más que por lo que hoy en día se puede usar. A veces tiene un poco que ver con cómo nos educaron en las universidades, cómo se vienen haciendo las obras y la idiosincrasia de los mismos clientes que quieren tocar ladrillo y hormigón porque piensan que eso es lo sólido, cuando por en el mundo la tendencia empezó a cambiar, empezaron a haber construcciones más secas y no tanta arena, agua y cemento adentro de la obra. Esto hace que uno pueda armar la obra como un mecano, por eso me gustaría que la industria de la construcción se empiece a llamar “la industria del ensamble, del montaje”. Como trabajar adentro de una fábrica, para después, cuando llegamos a la obra, tener todo bien planificado para montar todo y que las obras se hagan rápido, de una manera muchísimo más eficiente, sin tanto costo y sin tanto riesgo. Voy detrás de eso.
¿Qué le dirías a alguien que quiere trabajar en la construcción?
Le diría que lo haga porque es un lindo desafío. Aunque a veces en algunas cosas nosotros parezcamos un poco arcaicos respecto de alguna otra industria, los desafíos están, las herramientas están apareciendo y yo creo que va a ser, por más de que sea la última, la industria que más revolucione la aplicación de la tecnología y eso va a impactar favorablemente en la economía de los países. Es un lindo desafío para estar metido adentro.
Y lo que recomendaría es que no nos quedemos con el status quo, ni con lo que dijo el profesor, ni con lo que dijo el jefe, sino que estemos todo el tiempo investigando porque esto cambia día a día.
¿Algo que quieras compartir que inspire a otros en su recorrido profesional?
Sí. Te podría compartir algo que fue una de mis motivaciones. Yo perdí a uno de mis mejores amigos en una tragedia que fue una de las más grandes de Rosario. A raíz de una pérdida de gas hubo una explosión que provocó el derrumbe de un edificio con mucha gente adentro, y más allá de todo el problema que hubo y de las negligencias, cuando estaban en la parte del rescate, los rescatistas usaban la documentación que habían hecho en su momento el arquitecto y el ingeniero del edificio, que por no ser muy certera hizo que se pierda mucho tiempo y terminen básicamente confiando en el olfato del perro.
Yo me sentí muy identificado, dije: “no puede ser que nosotros como profesionales de esta industria, en el momento en que hay algo urgente y una necesidad, tengamos que confiar en el olfato de un perro porque cuando le hicieron caso a la documentación técnica, eso no servía de mucho”.
Entonces, en vez de tomarlo como una cuestión de echar culpa y decir que todo era malo porque había pasado eso, sentí como una responsabilidad de intentar meterme en esto y cambiarlo. Es una de las motivaciones que tengo adentro todos los días, me levanto todas las mañanas pensando en mi amigo Maxi y me esmero para que no pase nunca más.